Desobediencia y Agresividad

Desobediencia y Agresividad

¿Qué significa desobedecer?

La conducta de desobediencia se define como la negativa a iniciar o completar una orden realizada por otra persona en un plazo determinado de tiempo (de 5 a 30 segundos), gritar, pegar a otros, decir palabras mal sonantes, destruir la propiedad del otro, etc., y casi todas las conductas desviadas del niño, pueden ser vistas como conductas de desobediencia, dado que existen órdenes implícitas que las prohíben.

Agrsividad

La conducta de desobediencia puede darse de cuatro formas diferentes:

 

  • El adulto pide al niño que realice una conducta y éste no la inicia en el lapso de tiempo establecido.

 

  • El adulto pide al niño que deje de hacer lo que está haciendo y el niño no deja de hacerlo dentro del lapso de tiempo prefijado.

 

  • El niño realiza conductas que están implícitamente prohibidas, por ejemplo andar en la bicicleta dentro de casa.

 

  • El niño no realiza conductas que son implícitamente obligatorias, por ejemplo lavarse los dientes.

Las conductas de desobediencia reiterada, oposicionismo pasivo, rabietas, etc., son muy frecuentes en los primeros años de vida, pero suelen desaparecer por si solas con la edad. Los estudios apoyan la idea de que la presencia de conductas de desobediencia durante la infancia no es en sí misma patológica y en lo que a desobediencia se refiere, lo normal y lo patológico parece determinarse en función de la frecuencia y variedad de estas conductas desobedientes, la gravedad de las mismas, el número de conductas que un niño exhibe, la diversidad de contextos en los que aparecen y su desaparición o no de forma espontánea a lo largo de su desarrollo.

A medida que avanza la edad del niño, estas conductas tienden a desaparecer. En caso contrario y si las conductas persisten o se agravan, pueden dar lugar al Trastorno Negativista Desafiante, que implica la aparición de comportamientos que alteran de forma significativa el funcionamiento social, académico y ocupacional del sujeto. En estos casos, el niño y los padres deben ponerse en manos del psicólogo para tratar de solucionar las conductas desadaptadas, antes de que estas vayan a más y se conviertan en trastornos plenamente establecidos, más difíciles de abordar y de consecuencias lamentables.