Durante décadas la comunidad científica y el público en general creyeron que la depresión infantil era un mito, que la depresión sólo la padecían los adultos. En 1970 se acepta la depresión infantil como concepto científico y se consolida la opinión de que los síntomas esenciales son similares en niños, adolescentes y adultos, aunque la edad modifica la frecuencia de algunos síntomas y como se expresan
Durante la infancia predominan las reacciones psicofisiológicas y motoras como irritabilidad, rabietas, llanto o problemas de control de esfínteres, mientras que en la adolescencia son relevantes las respuestas cognitivas como el disgusto por la imagen corporal propia, la visión pesimista del futuro o ideas catastróficas.
La prevalencia de la depresión infantil se estima en el dos por ciento y de la depresión adolescente es del cinco por ciento. La proporción de niños y niñas que presentan depresión en la infancia es similar. En la adolescencia el número de chicas con trastorno depresivo es el doble. Más de la mitad de niños con depresión presentan al mismo tiempo otros trastornos psicológicos, por ejemplo la ansiedad por separación, abuso de sustancias, conducta antisocial, oposicionismo e hiperactividad.